domingo, 9 de diciembre de 2007

Marginales

Bajo el imponente destello del sol, inundado por una tormenta de luz, espera mirando al este. Fijos los ojos en las velas blancas de un barco que se marcha. Allá donde el destino se pierde confundido entre las horas interminables de los días. Se perdieron sus sueños, olvidados en los rincones salados de aquellas inmensas naves nacidas para atravesar el mar de sol a sol, para conquistar el horizonte.

Fernando camina entre tablas mojadas. Una bodega que huele a mar y apesta a pescado. Viste un chaquetón gastado, sus botas oscuras crujen bajo el suelo podrido de años. Intenta huir, encontrar sentido a tanta amargura, tanta soledad vacía. A todas las vidas que se tragó el océano, que es un ladrón que no sabe lo que es vivir y por eso roba hombres, esperando tal vez entender así un poco de su existencia. Él que ha visto a tantas mujeres consumirse en la pena, a tantos niños preguntar sin recibir a cambio más que miradas hinchadas de compasión, y que ha consolado a todos ellos, tantas veces se ha encontrado a si mismo perdido en el absurdo, entre mil preguntas sin respuesta.

Hoy es un día tranquilo, sopla el viento suave. La mar en calma como un plato infinito, azul, profundísimo. Algunos marineros juegan a dados en la cubierta, apostando lo que no tienen, por que después de tantos meses en alta mar ya no les queda nada. Otros faenan y llenan las primeras horas de la mañana limpiando. Huele a gasoil. La humedad del aire cala hasta lo más profundo helando sus cuerpos y sus almas. En proa un hombre mira fijo el horizonte. Su presencia lo llena todo, nadie le mira pero todos sienten que esta ahí, en alguna parte.
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007