lunes, 28 de septiembre de 2015

Acabo de leerte por quinta vez consecutiva esta semana. Aunque ya no derrame lágrimas me dueles igual. Esta es una forma de decir sin decirte que siento no haber sabido responder a tiempo. Aún ahora, si vinieran a buscarme, me escondería en vagas afirmaciones dubitativas. 

No 
se 
donde
esta
la
carta
 
la que hace que ganemos la partida.

Entonces mejor será dejarlo estar, no está bien hacer esperar (aunque lo sabes bien, yo siempre llego tarde). Ojala pudiera congelar la tarde en que nos vimos por primera vez, esa fue la mejor de todas, probablemente por que ninguno teníamos puesta ninguna expectativa. 

No esperaba encontrarte observando entre las rendijas, ni abriendo ventanas en el tiempo con las palabras. Se me hizo raro que por primera vez alguien se me adelantara. 

¿Cómo se puede echar de menos algo que en el fondo no quieres tener?
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007