jueves, 9 de abril de 2015

de esto que van dos, y se cae el de en medio...

Se muy bien que anhelas mis caderas, precisamente por eso me gusta negártelas. Lo he pensado y creo que es por que tu seguridad me provoca pánico. Yo mejor que nadie se lo que es estar al otro lado. Por eso me alejo, así, para que me olvides fácilmente y no dejes que el deseo se convierta en otra cosa.

Algún día, cuando haya aprendido a jugar al escondite, me tendrás cuando me encuentres, tras haber contado hasta cien. Entonces no habrá evasión, me perderé en el calor de tus besos, dejaré de pensar que son de otra que los reciba sin tantas preguntas.

¿Será así? Tal vez esa vez también llegue tarde...

un, dos, tres y...

Del silencio a las palabras, entre las cuatro pareces de la habitación, había un abismo casi insalvable. Podía sentir la necesidad y el miedo que lo habitaban. Creo que te dí un beso, o tal vez fuera en sueños. Tu me abrazaste, eso lo se seguro. El humo de los cientos de cigarrillos que se me antojo fumar mientras esperábamos, tu que yo me aclarara, yo que algo en la atmósfera (o tal vez en tus ojos) cambiara. Lo que ocurrió después estaba escrito, el patrón por el que se cortan todas las historias de (des)amor inconclusas.  
A veces la mejor forma de decir adiós es decir lo que piensas...
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007