martes, 25 de noviembre de 2014

El truco final

El hombre de la chistera y la capa abrió un baúl, del baúl sacó un sable, se hizo el silencio. La hoja plateada brillaba y parecía silbar al moverse, suavemente. Pidió un voluntario, las manos se alzaron nerviosas, todas menos una. Fue la elegida. La persona se tumbó en una especie de ataúd, que se cerró con llave. El sable se introdujo en el cajón de muertos, una y otra vez, chirriaba al entrar y salir, siempre intacto. Gritos de asombro y terror inundaban la sala. Luego los gritos cesaron, el hombre paró. Se abrió la caja pero no había nadie dentro.

Sonó un portazo detrás de nuestras cabezas. Ensangrentado y lleno de cortes se desplomó un cuerpo sin vida. El mago alzó la voz:

- No hay truco posible, al final siempre nos hacemos daño.
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007