domingo, 26 de octubre de 2014

Yo solo quería escribir algo alegre...

Nacían como animales, desnudos, sordos, entre gemidos y manchados de sangre. Luego les hacían llorar para volverlos hombres, los cubrían y los encerraban en unas camas minúsculas a las que llamaban cunas. Pasadas unas horas los entregaban a sus madres, ellas debían alimentarlos para hacerlos crecer y entregarlos a la sociedad que les corrompía hasta hacerlos carne, huesos y codicia, o imbéciles sin más. Estos últimos eran los más abundantes, sencillamente porqué eran más fáciles de producir en serie.

Siempre hay alguien ahí

Subimos hasta la azotea, era de noche, no había estrellas en el cielo ni luces en las calles. De una de las casetas salió un hombre pálido y alto, desordenado. Las hojas de los arboles flotaban, las fachadas invisibles nos hacían compañía en el viaje de observarlo todo. El ruido estaba callado, como nuestros labios. Saltamos y volamos por las calles, todos los rincones estaban vacíos, no había nada que temer. Volvimos. Creo que el hombre nos estaba observando cuando nos pusimos nuestras cadenas y una vez más regresamos al edificio.
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007