miércoles, 17 de diciembre de 2014

A veces no me entiendo ni yo...

Tu siempre decías que para avanzar de verdad es necesario despojarse de todo. Ese día decidimos ponerlo en práctica. En un arrebato, lanzamos nuestra ropa al río, los pantalones, el jersey, la ropa interior, hasta los zapatos. Completamente desnudos observamos la escena. El conjunto empezó a avanzar con la corriente, sin separarse, hasta chocar contra un gran tronco atravesado en el cauce de río.

Frustrados por la cruel metáfora nos lanzamos sin pensarlo al agua, al rescate de los pedazos de tela mojada y sucia. El cuadro era ridículo, como dos tontos luchando para no ahogarnos ni ir demasiado deprisa pataleando, sacando la cabeza del agua una y otra vez, entre esfuerzos titánicos. Alcanzamos el tronco en un choque violento. Magullados y jadeando cogimos nuestra ropa y salimos del agua.

Nos vestimos y tiritando de frío, retomamos el camino a casa. Empecé a reír, pensando que aquella era la cosa más estúpida que había hecho en mucho tiempo.
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007