Hacia frio, sus manos cansadas se posaron sobre el ventanal,
como queriendo acariciar las nubes.
La miró, tenía los ojos manchados de un rojo tímido que
intentaba disimular con una vaga y esforzada sonrisa.
- Porqué no vas a descansar mi amor? Apenas has dormido en
días. Piensas demasiado, te preocupas de vicio. Al final caerás enferma, me
veré obligado a llamar al médico… ya sabes lo que aborrezco a los médicos.
Se marcó de la habitación, abandonándose en un mundo de desgraciadas
ensoñaciones. No hay salvación, no hay sentido, se repetía.
Al cruzarse con el espejo del pasillo se detiene, observa, y
por primera vez en días una sonrisa sincera y burlona asoma por la comisura de
sus labios.
Se vuelve hacia su marido, que ha salido a observarla desde
la puerta, riendo se acerca y le besa.
- Explícame cariño, llega el invierno, como lo harás para
proteger nuestros campos de las inclemencias del frio.
Hablan durante horas, ella sobretodo escucha y ríe. Que tonta he sido, piensa, perdida en un mundo
que no existe, mientras la vida pasa de largo.