jueves, 28 de mayo de 2009

Al atardecer te admiro
contemplo las cálidas líneas
del horizonte dorado, suaves.

Vivir sin ti es olvidar
el sentido, la Palabra.

Yo anhelo los soplos
del espíritu, sutiles,
el silencio, la paz.

Sentir el alma,
despertar
a cada paso,
en cada verso,
cada una de las horas,
de los días que te escribo.
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007