lunes, 6 de octubre de 2014


Recluida en el pozo seco pronto se callará, pensaba. Pero el dolor era insoportable, ya no quedaban lágrimas para desahogar la pena. Era la voluntad contra el anhelo, y haberlo hecho por el miedo a perderle le hacía creerse aún más miserable. Palpó su nido ya vacío, inservible. Del naranjo del jardín brotaban hojas verdes, sus deliciosos frutos parecían presumir ante los pajarillos que se posaban en sus ramas. Un atisbo de esperanza se dibujó en su mente, luego fue la oscuridad y el silencio. Y ya no hubo respuesta. Nunca volvió a mirar al naranjo del jardín.

Paciencia

De todas las palabras que se dijeron, los minutos compartidos, las miradas intercambiadas... un lienzo que fueron pintando sin apenas conciencia. Todo lo que pasó se diluyó en el tiempo y ahora es apenas nada, pero el eterno retorno es una ley inscrita en la naturaleza de todas las cosas, todo vuelve... volverá el recuerdo y traerá de nuevo las palabras, los instantes, le devolverá sus ojos y la imagen será como fuego.

Volver al pasado y hacerlo presente, no dejaba de preguntarse si aquello era posible, tal vez sí... y esperaba la oportunidad perdida, viajaba con el viento y las imágenes en su cabeza, en constante búsqueda.    
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007