martes, 21 de julio de 2015

confesión

He derramado lágrimas de alegría, de dolor, de pena, de melancolía, entre carcajadas, sola, encerrada en el baño, por la calle, rodeada de desconocidos, en tu hombro; de otros, por otros, pocas veces de mentira, algunas tan ciertas que me asustaron; borracha como una cuba, dormida, deseando que fuera en sueños; arrepentida, por odio, de impotencia; cantando, pensando en ti, mirándome al espejo, con un cigarro en la mano, deseando tener uno cerca; como puños, silenciosas, casi invisibles, de las que se deslizan hasta el mentón y caen al vacío, de cocodrilo, entre sollozos incontrolables...

He llorado de muchas formas, pero nunca como aquella vez en que te fuiste para siempre. Mi primera tragedia y en cierto sentido, donde empezó todo...
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007