lunes, 21 de enero de 2013

Seguimos allí tendidos, mirando al techo, preguntándonos que clase de obra creo Dios cuando hizó que la vida fuera tan triste y esquiva. Hicimos vagos planes de encontrarnos en San Francisco. Mi tiempo en Denver estaba llegando a su fin. Pude sentirlo cuando la estaba acompañando a casa caminando por la sagrada noche de Denver, y al volver me tendí en la hierba de una vieja iglesia en medio de un grupo de vagabundos, y su charla me hizo sentir unas enormes ganas de volver a la carretera. De vez en cuando uno de ellos se levantaba para pedir una lismosna a alguien que pasaba por la calle. Hablaban de que la oferta de  tabajo en las cosechas se iba desplazando hacia el norte. El aire era calido y suave (...). Oí como la locomotora del Denver & Rio Grande se alejaba silbando hacia las montañas. Deseé seguir mi estrella más y más allá.

En la carretera (Jack Kerouac).
Parece mentira que ayer fuese ayer;
el tiempo es extraño,
como si para cada momento
el transcurrir de minutos cambiase;
sesenta segundos...
lo que al principio parecía eterno
para unos ojos cansados no es más
que un fugaz relámpago,
la vida que corre
y se derrama entre los dedos
de una mano arrugada.

Ya se cuela por entre las puertas y ventanas
la luz amarillo pálido que anuncia el otoño,
mientras Tú,
que ya no sientes el dolor del cambio
contemplas en silencio el mundo,
le das sentido a todo,
incluso al tiempo
que a mi, que Te conozco
ya no me parece tan insoportable.

11 de Septiembre de 2007